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lunes, 8 de agosto de 2011

Apostillas a "El Curso del Corazón"


De los buenos (o excelentes o grandiosos o trascendentes) libros que he leído alguna vez en la vida, El Curso del Corazón, de Michael John Harrison destaca sobresalientemente por varias razones las cuales, en cierto modo, puse en una reseña al respecto (ver el enlace en el nombre de la novela) que se publicó oportunamente en La Casa de Jarjacha. A lo largo de los varios años que han pasado desde entonces, me he encontrado a mí mismo regresando varias veces a sus páginas, en busca como de una respuesta o un detalle que se había pasado por alto en primer lugar.

Cierto es que si pretendemos clasificar a una novela como esta, tendríamos que hacer un esfuerzo considerable, ya que mora a caballo entre varios registros, estilos y tendencias y encontraríamos dentro de la narrativa fantástica escasos autores y obras que comparten ciertas similaridades con Harrison, por ejemplo: La Premio Nobel Doris Lessing en Instrucciones para un viaje al Infierno, el celebrado narrador japonés Haruki Murakami en Kafka en la Orilla o el maestro Jonathan Carroll en El Mar de Madera y cuya trama ya había sido prevista o al menos conceptualmente delineada por Borges en la Obertura de su Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, tal  como se menciona en la siguiente cita:

"...Bioy Casares había cenado conmigo esa noche y nos demoró una vasta polémica sobre la ejecución de una novela en primera persona, cuyo narrador omitiera o desfigurara los hechos e incurriera en diversas contradicciones, que permitieran a unos pocos lectores -a muy pocos lectores- la adivinación de una realidad atroz o banal."

Y, para los que hemos leído la novela, resulta casi inevitable recordar esa definición.

Para redondear esta entrada, termino con unas cuantas citas selectas extraídas del texto, cada una con un valor particular:

No es ningún triunfo sentir que has engañado a la vida. No puedes vivir intensamente si no es a costa de ti mismo.

Hay espermatozoides en esta lámina. Se los ve con nitidez ¿Qué hacen todos estos espermatozoides en una imagen religiosa?

Estos sitios son peligrosos. Te sublevan el espíritu.

El mundo superior se vacía de todo aquello que previamente lo ha atascado

Deja que tu corazón palpite sobre el mío, había escrito él. A ella le gustó tanto que aquello pronto se convirtió en una costumbre

Todo descubrimiento es un redescubrimiento de algo latente.

Creo que no imponemos nuestras inquietudes a los demás sino que las legamos como pequeñas herencias. Pierden entonces un significado, y redescubiertas años después en un cajón, de pronto cobra otro. Entreví que la Búsqueda se cimenta (¡y quizás el mismo corazón nos habla!) en estos cortocircuitos de la historia.

El espejo no es tan solo una arma. No tienen otra defensa, ni otro plan de ataque. El espejo les asegura que continúan existiendo. La pesadilla es siempre la misma: una identidad tan dominada por el padre que es invisible a la luz normal, tanto que ellos se desvanecen mientras miran.

En el núcleo de un autorretrato narcisista hay siempre una infinita desazón

Ese brumoso caballero europeo que desechó caballo y armadura para pelear a pie y con ropas de esparto, guiando a la plebs pauperum hasta las puertas de la ciudad santa (¿Qué me importa morir si estoy haciendo lo que quiero?)

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