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viernes, 24 de septiembre de 2010

Entre la Obsolescencia y la Esperanza


Si busco, intentando especular, una explicación algo sensata a esta ausencia del blog (como tantas otras y más) quizás una de las mejores explicaciones posibles sea la que expresa la imagen líneas arriba: al final estamos -o, lamentablemente, tenemos- siempre en necesidad de distraernos y en cierto modo, el ecosistema de medios y ocurrencias cotidianas y/o virtuales tiende a exacerbar esta tendencia.

En este ecosistema, podemos ver que la proliferación incesante de los avances tecnológicos ha, en cierto modo, contribuido a esto, dado que es parte del interés de los que promueven la comercialización de estos el mantener a sus potenciales consumidores en ascuas respecto de qué sigue. Por lo que, en cierto modo la carrera tecnológica no pasa sino por ser una carrera hacia ninguna parte.

Y es que, como ya se ha mencionado en este blog, en particular en el vídeo de Annie Leonard The Story of Stuff que ya he comentado en una entrada anterior El crecimiento tecnológico funciona en una relación simbiótica a los negocios de la tecnología, y esto implica dos conceptos mencionados en el vídeo de Leonard: la Obsolescencia Planificada (productos diseñados para fallar y ser reemplazados después de un determinado tiempo) y la Obsolescencia Percibida (hacer sentir al consumidor miserable o "fuera de moda" por no tener el último diseño en la mano)

Lo antes mencionado, tiene una doble función, aparte de hacer que la economía se mueva (los consumidores, no olvidarlo, hacen que el mercado se mueva, aunque la propaganda diga lo contrario) Y existen en realidad medios por los cuales defendernos de la avalancha de mensajes en los cuales se habla no de los productos, sino de las marcas y en último caso, no de las marcas, sino de las Experiencias significativas que se asocian con la vivencia de la marca (sacado directamente de los libros de texto del marquetín) Todo al final, tan ficticio como pueda imaginárselo uno. Al final existe una conciencia individual, y es nuestra obligación decidir que creer. Esto es, obviamente, un tremendo mecanismo de control social, de modo que la conciencia se desactiva y seguimos los impulsos impuestos por otros a fin de no quedarnos atrás en el "río de la historia" (¿por qué esto suena tan similar a Fukuyama? en fin)

En este sentido, y como buen descriptor de estas sensaciones contemporáneas, coloco un par de Citas que en cierto modo, resumen esta descripción del Zeitgeist actual, del que, en algún momento, tendremos que aprender a sustraernos. Tomadas del siguiente artículo en el blog de Ivan Thays, con ustedes Gilles Lipovetsky

Ningún artista, desde luego, puede escapar ahora de la Cultura-Mundo ni evadir la lógica mercantil en que se inscriben sus obras. El arte que se veía a sí mismo como un imperio dentro de otro imperio, con sus propias reglas que implicaba el desprecio del triunfo mediático, exonerándose del mercado o las reglas del marketing, no existe más. Todo arte y toda cultura han sido colonizados por la lógica del capitalismo y no hay más imperios al margen.

El segundo problema es que el individualismo triunfante sobre cualquier colectividad, así como la globalización a través del Internet, los blogs y las redes sociales, ha originado un mundo donde abunda la información pero no tenemos métodos para orientarnos entre esa información. El sentimiento general del hombre que vive en la Cultura-Mundo es el de desorientación. Al perder peso las instituciones, gremios o colectividades contra el individualismo, también se perdieron las reglas establecidas, no hay quien dicte cómo debe organizarse la vida privada.

Al respecto de los problemas que plantea Lipovetsky en las citas anteriores, se me ocurre sugerir unos cuantos alcances, que en cierto modo, son una reiteración de lo ya mencionado en otras entradas.

Necesitamos, más que nunca, una filosofía de vida (y no incurro en esto con los discursos sesgados y predigeridos emitidos por y para otros desde los llamados libros de autoayuda) en el mejor sentido Socrático: Una vida sin autoexamen no merece vivirse y el ser capaces de entender, más allá de ser sobrepasados por los cambios en las formas que suceden las cosas, es necesario el trabajo de identificarnos dentro del río del tiempo, podríamos decir (citando a Miki Bolaños, de la correspondencia personal)

Me parece que se han dado cambios tan profundos en este último par de años que aún no los hemos identificado en la superficie de nuestras vidas y que atañen a lo que podamos tejer como camino prospectivo (la catástrofe ambiental en ciernes y la profunda crisis que no desaparece son dos de sus constituyentes más importantes, pero no los únicos: la apabullante expansión tecnológica, la creciente marea de invenciones y aplicaciones cotidianas, el despliegue de multitud de iniciativas científicas, la proximidad creciente de la singularidad que se avecina exigen nuestra atención)

Y es en este sentido que, antes de aceptar nos conviene hacer ciertas preguntas acerca de si las sociedades en las que vivimos (y en las que querremos vivir) estarán dispuestas a aceptar conscientemente lo que la tecnología y su aliado, los negocios, proponen. Al respecto, el crítico cultural Neil Postman (1931-2003) discípulo del tan mentado McLuhan, en su célebre Libro Amusing Ourselves to Death introduce, entre otras lanzas (incluyendo la comparación de los Futuros de Orwell y Huxley, en la tira que se ve líneas abajo) menciona seis preguntas que deben tomarse en cuenta frente al cambio tecnológico (lineas abajo el vídeo de una conferencia donde las menciona, la cita debajo del vídeo)


  1. ¿Qué problema soluciona esta tecnología?
  2. ¿de quién es ese problema?
  3. Supongamos que resolvamos este problema y bien y ahora ¿qué problemas creamos con esto?
  4. ¿Qué personas e instituciones serán más perjudicadas por los cambios tecnológicos?
  5. ¿Cué cambios en el lenguaje suceden por causa del cambio tecnológico y que se gana y pierde con estos cambios?
  6. ¿Qué clase de personas e instituciones adquieren poder político y económico por causa de la tecnología?

El segundo ingrediente a tener en cuenta como parte del proceso de concienciación al cual deberíamos aspirar, que pasa por la relación ser humano - Planeta, a fin de cuentas, vivimos en una nave espacial que, si no aprendemos a entender y convivir con ella, acabaremos dañando al punto que, muy probablemente, terminará con nosotros, es en este sentido que El vídeo del maestro Carl Sagan líneas abajo: ¿Quién habla en nombre de la Tierra? es más que pertinente y tanta lúcidez debería acicatear nuestra esperanza.



Imagen: Extraída de esta tira de Suart McMillen, que podemos ver líneas abajo.

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