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domingo, 16 de agosto de 2009

¿El fin o el comienzo de la crisis?

Foto: Santiago Niño Becerra, Original de La Vanguardia


Desde que, a mediados del 2007 y durante todo el 2008, los problemas financieros mundiales estuviesen a la orden del día por la aparente "crisis" de la hipotecas sub-prime y sus derivaciones en todo el sistema financiero de los países "desarrollados" algunos (la mayoría) pensaban que se trataba de una enfermedad bastante seria, pero manejable mientras que algunos otros, afirmaban que en realidad, había fallado el sistema, lo que había fallado era la forma misma de generar riqueza, entonces, no estábamos frente a la enfermedad, sino frente a un bastante agudo y notorio síntoma de otra enfermedad, un problema de orden sistémico.

Una narración descarnada y útil del problema la podemos encontrar en esta cita de una columna de César Hildebrandt:

(...)Se matan porque cayeron en la trampa de la vida al crédito. Porque les dijeron que siempre sería así, que los genios del capitalismo habían descubierto la máquina del movimiento perpetuo, que el asunto era no bajarse de la bicicleta en marcha.

Y un día, de pronto, todo se detuvo. La película se atascó en un fotograma. Cayó el gobierno, el dinero dejó de inundar las plazas públicas y las cuentas impagas se acumularon.

Y otro día se detuvo el propio trabajo. La fábrica de software, el casino, la oficina de servicios consiguieron un expediente de reducción de plantillas y despidieron a quienes pudieron. Se ensañaron, claro, como siempre, con los más sencillos y menos especializados.
Todo se paró, excepto la publicidad, que seguía acribillándolos con sus variados paraísos. Y mientras las deudas crecían la televisión seguía mostrándoles el ensueño que se estaban perdiendo los expulsados del bienestar, los que acababan de estrenar su condición de parias, los derrotados.

Se esfumaba el dinero de los bancos pero ningún banquero sufría. Cerraban las ensambladoras multinacionales pero ningún CEO se tiraba desde algún piso alto. La derrota no parecía ser de los jefazos sino de los de siempre: los herederos de las viejas hambres irlandesas, los nietos de las diásporas, los O’Hara del bajo Dublín.
¿O sea que había sido un cuento traicionero eso del crecimiento interminable y la prosperidad sin límites y el consumo que no debía parar porque el secreto estaba en el vértigo y en borrar del léxico la palabra saciedad?

Desde que la crisis existe, han habido diferentes opiniones al respecto, lo cual configura el cuadro usual de actitudes humanas, los optimistas que apuestan a que habrá una recuperación pronta y que esto es sólo una ligera falla del sistema y que, pasada la "crisis" volveremos a una actitud de Business-as-usual. Otro sector de la población (o de la opinión) afirma que la falla es más profunda, de carácter estructural porque requiere ajustes relativamente importantes en la relación entre los agentes económicos y las reglas de juego de modo que se eviten los excesos que nos han llevado a estos, algunos también aluden -y sugieren aplicar- algunas recetas de la doctrina keynesiana para reestimular los mercados y que las aguas vuelven a su cauce.

Este planteamiento es erróneo por una razón muy sencilla, presupone que el estado antes de la crisis era "normal" y que por tanto se debe regresar a él, cuando los hechos demuestran precisamente lo contrario.

En cierto sentido, la historia económica de los últimos cincuenta años ha sido la de inventar de la nada nuevas formas de generar riqueza: agotada la productividad industrial, en la búsqueda de generación de valor se fue escalando desde la preeminencia de servicios hasta el dominio de las actividades no-productivas en el sentido físico como predominantes, entonces la economía se volvió una cuestión de símbolos, pero esos símbolos eran al final nada más sino deuda. Y es en ello que radica lo crítico de la crisis, que No existe realmente. Esto es, no está fundamentada en activos reales, en objetos ni en absolutamente nada...sino en virtualidades.

Para muestra, hablemos de la burbuja de derivados esto es, financieramente hablando, títulos-valor cuyo respaldo está basado en otras deudas, osea, nada sustentada en la nada. Pues esta, según el Sillicon Valley Watcher la magnitud de esta burbuja es de USD 1,144 Trillón en cifras que manejamos o cuadrillones en cifras americanas. Para poner esto en contexto, traduzco la siguiente cita:
  1. El PBI de los EE.UU. es de 14 Billones de dólares.

  2. El dinero total emitido en los EE.UU. es de aproximadamente 15 Billones

  3. El PBI de todo el mundo es alrededor de 50 Billones, la cifra de 1,144 trillones es 22 veces el PBI del mundo (de esto se entiende claramente que la tan mentada prosperidad de la época era meramente artificial y especulativa)

  4. El valor en bienes raíces del mundo entero es alrededor de 75 billones

  5. Los mercados de valores y bonos están en alrededor de 100 billones.

  6. Los grandes bancos tienen alrededor de 140 billones de dólares en derivados

  7. Bear Stearns tenía más de 13 billones en derivados al caer en Bancarrota. Freddie Mac, Fannie Mae, Lehmann Brothers y AIG han "colapsado" debido a exposiciones de complejas seguridades y derivados.

  8. La población del planeta completo es de 6 mil millones de personas, así que el mercado de derivados solamenter representa 190,000 dólares por persona en el planeta y esta cifra es obviamente, deuda.
En los últimos tiempos, varios blogs han hecho eco de la publicación de un libro llamado "El Crash del 2010" Escrito por el economista español Santiago Niño Becerra (acá una entrevista con él) en la cual sostiene lo que ya sospechábamos (que las medidas de reajuste tendrán poco efecto, cito:
El cambio sistémico que traerá la crisis que estamos comenzando a padecer y que se pondrá de manifiesto de forma especialmente dramática a mediados de 2010 nos hará desembocar en una situación en la que, tarde o temprano, el propio sistema comprenderá que los remedios que se han ido estableciendo desde el año 2007 no sirven de nada.

Y cuando por fin llegue ese momento, la salida de la gravísima y terrible situación a la que el mundo se enfrenta tendrá que consistir en la toma de conciencia de algo que deberíamos haber comprendido hace tiempo. A saber: que la eficiencia en el uso de los recursos debe regir de forma prioritaria la toma de decisiones, y que es a través de la mejora continuada de la productividad como se pueden conseguir los cambios necesarios para ver la salida de la crisis.

Dicho así no suena mal: hay que acabar con el despilfarro, tenemos que ser más ecológicos, debemos utilizar los recursos de forma muy productiva. No suena mal, pero todos, Gobiernos, empresas y ciudadanos, debemos comprender y aceptar que para funcionar de ese modo tenemos que aplicar cambios drásticos y profundos, que afectarán muy notablemente a nuestro modo de vida. Y son unos cambios que tendrán que ser, además, permanentes. Introducir esos cambios, teniendo en cuenta que son de gran calibre, no es sencillo para nadie. Ni sencillo ni agradable, sobre todo al principio.

Aunque los argumentos llevan sentido, es fácil apostar al desastre en malos tiempos y para completar el cuadro, el susodicho economista es al parecer de los ligados a las predicciones de carácter astrológico, como parece mostrarse en este enlace considerando además que en la entrevista ya mencionada suelta una perla muy a considerar:

-¿El resultado de esta crisis será la aparición de una nueva potencia económica?
-Yo opino que la figura del Estado irá a menos y que las grandes corporaciones tendrán más fuerza. Creo que General Electric es la primera corporación del futuro, es un caso a estudiar. En el futuro habrá más eficiencia, orden, aprovechamiento,…

-¿Grandes corporaciones como las de la película "Rollerball", que planteaba un futuro en el que las multinacionales controlaban el mundo?
-Sí, eso mismo.


Entonces, hay tantos motivos para dudar como para creer, para terminar inserto un vídeo de Ignacio López un Ingeniero Industrial y Analista de mercados cuyo análisis me suena bastante plausible:

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