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domingo, 26 de julio de 2009

Sobre Microbios, colonias y ciudades

O, sobre el arte de no decir nada nuevo…


(Imágen: Rob Bourke)

Es una pregunta compleja e interesante la siguiente y la digo a riesgo de meterme en una camisa de once varas

¿Cómo se formaron las ciudades?

Como nuestras lecciones de historia (y los libros de Jared Diamond) afirman, el progreso de la humanidad (mayor capacidad de manejo de recursos, desplazamiento de energía, generación de conocimiento o información se originan en la generación de lo urbano como un espacio que crea nuevos patrones de organización (en la antigüedad hizo aparecer las jerarquías político-religiosas no productivas frente a las comunidades productivas de carácter horizontal e incluso matriarcal) Entonces, cuando hablamos de la ciudad, no hablamos sólo del fenómenos constructivo, sino de una compleja e interesante cadena de fenómenos y causalidades que merece, por ello, estudiarse con un enfoque amplio.

Un primer punto de partida para atrevernos a explicar el origen de esta complejidad radica en el mismo ser humano y su tendencia a navegar por distintos patrones de organización, en la medida que adquiere acceso a recursos o conocimientos que permitan nuevos o mejores usos de los recursos (p. ej. El conocimiento del calendario y los flujos lunares y de mareas por parte de la casta sacerdotal la volvió indispensable para los productores) Y es en ese flujo que surge el fenómeno que conocemos como emergencia, que se puede traducir como Nadie lo esperaba, pero surgió y ahora está aquí.

Esta forma de generar un entorno a escala humana no es nada excepcional, ya que es una estrategia natural de las especies para crear entornos donde se pueda prosperar, su verdadera importancia radica en la escala en el cual se realiza, ya que ninguna especie antes de la humana ha alterado tanto los ciclos ecológicos naturales de manera tan violenta y acelerada como la humanidad.

Veamos este proceso de crecimiento más en detalle:

Primero, si asumiéramos que el comportamiento de un individuo se representase como desplazamientos sobre un espacio dado, tendríamos que, sobre este espacio, seres humanos aislados deambulan tratando de extraer recursos de los cuales vivir. Eventualmente, surgen las primeras relaciones entre estos entes, motivadas por el interés común y entonces tenemos las primeras tribus horizontales, el mundo de los cazadores recolectores.



En algún momento, la población es lo suficientemente grande y los conocimientos de esta lo suficientemente desarrollados para establecer nuevas relaciones y surge una forma de producción o de aprovechamiento de recursos más eficiente, estamos en la primera agricultura.

La forma de competencia entre comunidades de agricultores, durante su desarrollo ulterior está dada entonces, por la productividad de la tierra y la capacidad de crear conocimientos o productos alternos (como la cerámica o las armas) que (y aquí aparece la variable) le den un mayor apalancamiento energético al grupo, esto es, la capacidad potencial de desplazar para su uso más energía.



La consecuencia, en el largo plazo de esto fue la aparición, en el tiempo, de jerarquías y organizaciones no productivas para agrupar a las diversas comunidades y cumplir una doble función: el optimizar su producción y el protegerlas de la agresión de otros grupos, así como la potencial defensa frente a una escasez repentina o un desastre natural. Tal es el origen de los estados.

El proceso consiguiente, como históricamente lo hemos conocido, implica un incremento en la cantidad de recursos que se pueden extraer, procesar y desplazar y además, el surgimiento de grupos sociales especialmente dedicados a tal fin (artesanos, escribas, jueces, comerciantes, etc.) lo cual nos lleva a los patrones de relación que podemos percibir en la actualidad, aunque cada vez más alejados de su origen, el sustrato natural sobre el que construimos nuestro muy artificial “ecosistema”

Un correlato de esto se puede encontrar en la ocupación de los espacios periféricos de las ciudades modernas por lo que se llaman: “barriadas”, “villas miseria”, “pueblos jóvenes”, “favelas”, etc.

Sin embargo, pese a ser en esencia, un proceso muy semejante al anteriormente descrito, existen sutiles y muy marcadas diferencias de las que hablaré a continuación y que ya he tratado en algunas entradas previas (aquí, aquí y aquí):

Primero, La nueva ciudad no ocupa espacio ni recursos nuevos, parasita los existentes, es claro que los patrones organizacionales de la ciudad informal y su economía están montados sobre la estructura de lo formal y ya establecido, aunque en la mayoría de casos, la interacción entre ambos “mundos” termina por hacer la informalidad predominante sobre la formalidad por más de una razón, una de estas es la agilidad de desplazamiento de los recursos y la aparición de oportunidades de empleo informal para las personas, al presentarse situaciones de mercado cercanas a la competencia perfecta.

Segundo, Las reglas de la formalidad no aplican en la ciudad informal, dado que los entornos sobre los que se han desarrollado son naturalmente diferentes (vamos, las ciudades informales se asientan sobre terrenos que las ciudades formales han considerado “desechables”) de modo que las divisiones espaciales no se mantienen.

Tercero, Las personas son el activo más importante de la ciudad, En un ambiente donde lo que prima es la auto-construcción y la habilidad para birlarle metros al cerro, el tablazo, el pantano o la selva… la capacidad de las personas para generar estos espacios es fundamental y un activo importante en la comunidad, y no solamente en ese sentido, la participación de las personas como dinamizadores de la ciudad, como promotores de pequeños comercios, talleres de reparación, micro industrias y servicios permiten generar una corriente de recursos endógena, que vivifica a la comunidad y la mantiene viable en el tiempo.

Cuarto, La construcción nunca termina, por obvias razones, nunca podemos decir que una ciudad informal está “terminada” ya que los usos, zonificaciones y personas se desplazan constantemente, generando nuevas interacciones… es decir, la única forma de detener a la ciudad informal es volviéndola su antítesis, pero ni en esos casos la transformación es completa.

Entonces, si quisiéramos aprender el cómo funciona este proceso, sugeriría lo siguiente:

  1. Establecer una zona virgen o de acceso sencillo, cercana a otros asentamientos.
  2. Poner en la zona a un grupo humano diverso y con diferentes grados de habilidad y comunicación, estos pueden tener como monitores a personas de otras comunidades cercanas o sólo tener un grupo de reglas base indicado como control del experimento (fase de dispersión)
  3. Iniciar un episodio de interacción usando patrones de afinidad (código genético) con el propósito de generar grupos funcionales que puedan sobrevivir en el entorno. (relación)
  4. Inducir a que estos grupos generen cadenas de abastecimiento con el entorno y entre ellos, posibilitando la aparición posterior de un patrón organizacional que se articule a los ya existentes. (Integración)
  5. Elaboración conjunta de estructuras de interacción entre grupos (manzanas, comunidades, vecindarios) con delimitaciones propias de espacios comunes y de interacción comercial, social y lúdica. (Intervención)
  6. Madurez de las estructuras e integración con el mainstream de las comunidades circundantes. (Creación)
  7. Proceso de aprendizaje comunal, lecciones aprendidas y mejores prácticas (retroalimentación)

Entonces, la informalidad no es un monstruo al que combatir, es un fenómeno que entender y aprovechar, porque tal vez permita poner en la cadena de la vida decente a más gente de la que creemos que excluye… podríamos decir ¿Qué hacer?

APRENDER A VIVIR JUNTOS.

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1 comentarios:

BIOSOCIOTECNOARQUITECTURA 13 de noviembre de 2009, 5:57  

SUPER!!!
SOLO RESTA HACER UNA SIMULACION TROMELISTICA!!!!

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Este blog reune notas con opiniones sobre todo, mucho, poco y nada, creaciones heroícas y no tanto, cosas oidas al pasar, citas no necesariamente citables y sobre todo, los devenires de una particular forma de percibir el mundo.

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